La verdad sobre la cosmética natural: ¿qué estamos usando realmente?
Hoy más que nunca, la cosmética "natural" está en boca de todos. Es una palabra mágica que aparece en etiquetas y campañas de marketing, generando la sensación de que todo lo natural es mejor. Pero, ¿qué tan cierto es esto? Y lo más importante, ¿qué debemos saber para elegir con conciencia y no con miedo?
Vivimos en la era de la información y al mismo tiempo, de la desinformación. Internet nos ofrece una cantidad interminable de datos sobre cualquier tema, pero no todo lo que leemos es correcto. En la cosmética, esto se traduce en mitos que se propagan rápidamente: que lo natural siempre es mejor, que lo químico es dañino o que ciertos ingredientes te “envenenan".
Es importante recordar que no todas las fuentes de información son confiables y que muchas veces los mensajes que vemos están diseñados más para vender que para educar. Por eso, en esta era de exceso de datos, nuestro mayor desafío es aprender a filtrar la información y quedarnos con lo que realmente tiene fundamento científico.
¿Qué es realmente la cosmética natural?
Primero, pongamos las cartas sobre la mesa. Un producto "natural" debería estar formulado con ingredientes derivados de la naturaleza, como plantas, aceites esenciales o extractos botánicos. Sin embargo, el término "natural" no está estrictamente regulado en muchos países. Esto significa que un producto puede contener solo un mínimo porcentaje de ingredientes naturales y seguir etiquetándose como tal.
Además, no todo lo natural le hace bien a la piel. Ingredientes como los aceites esenciales de lavanda, pueden causar irritación o sensibilización en algunas personas. Incluso plantas aparentemente inofensivas pueden desencadenar reacciones alérgicas. La naturaleza es poderosa y por eso los ingredientes naturales deben ser usados con criterio y en las concentraciones adecuadas.
Natural no siempre significa sostenible.
Aquí es donde la "naturalidad" se encuentra con el medio ambiente. Que algo sea natural no significa que sea sostenible. Por ejemplo, el aceite de palma, utilizado ampliamente en cosmética y alimentación, se extrae de cultivos que han sido responsables de deforestación masiva en países como Indonesia y Malasia. Esta práctica ha devastado hábitats naturales, contribuyendo a la pérdida de biodiversidad y al cambio climático.
Otro ejemplo es el escualano, un ingrediente natural originalmente extraído del hígado de tiburones. Aunque hoy en día muchas marcas optan por versiones vegetales (como la derivada de la caña de azúcar o el olivo), si su producción no está regulada, podría generar problemas como el uso intensivo de tierras agrícolas o monocultivos que afectan al ecosistema.
Por eso, lo verdaderamente sostenible no depende solo del origen natural de un ingrediente, sino de cómo se obtiene, procesa y distribuye.
La importancia de la ciencia y la certificación
Muchos ingredientes activos que provienen de la naturaleza son sintetizados en laboratorios. Esto no solo garantiza su pureza y eficacia, sino también nuestra seguridad. Lo más importante al elegir un producto es que esté certificado por organismos que avalen su calidad y sostenibilidad, como la ANMAT en Argentina.
Una vez elegido un producto confiable, es clave acompañar su uso con el asesoramiento de un profesional idóneo. La piel cambia con el tiempo y un seguimiento constante asegura que le estés dando exactamente lo que necesita en cada etapa.
Natural, vegano, sostenible y cruelty-free: ¿son lo mismo?
Acá empieza la confusión.
Natural se refiere a ingredientes provenientes de la naturaleza.
Vegano significa que no contiene ingredientes de origen animal, pero puede incluir químicos sintéticos.
Cruelty-free asegura que el producto no fue probado en animales, pero esto no garantiza que sea vegano o natural.
Sostenible implica que el producto y su fabricación respetan el medio ambiente.
Así que, la próxima vez que leas estas etiquetas, recordá que no siempre están relacionadas entre sí. Un producto puede ser vegano y sostenible, pero no natural; o cruelty-free y aún contener ingredientes sintéticos.
¿Qué hay de los disruptores endocrinos?
Otro término que asusta a los consumidores son los "disruptores endocrinos", sustancias químicas que, en ciertos niveles, podrían interferir con el sistema hormonal. Si bien hay estudios que los relacionan con efectos negativos en animales o en casos de exposiciones extremas, los productos cosméticos que cumplen con las normativas de entes reguladores contienen cantidades seguras y controladas.
El miedo vende, pero la ciencia tranquiliza. Es importante entender que todo depende de la dosis: incluso el agua puede ser tóxica en exceso.
Confiá en los entes reguladores y en el acompañamiento profesional
En países como Argentina, la ANMAT (Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica) es responsable de garantizar que los productos cosméticos sean seguros para su uso. Si un producto está aprobado por este organismo, podés confiar en que pasó por rigurosos controles de calidad.
Sin embargo, cada piel es única. La mejor forma de cuidar la tuya es buscar un profesional que te asesore, que analice tus necesidades y te ayude a mantener un seguimiento constante.
Elegir con conciencia, no con miedo.
La clave no está en tener miedo a lo que usamos, sino en informarnos. Optá por marcas transparentes que expliquen claramente sus ingredientes y procesos. Preguntá, investigá y confiá en productos respaldados por la ciencia, no solo en etiquetas atractivas.
La cosmética, ya sea natural o no, tiene un único objetivo: cuidar nuestra piel. Y eso, querida lectora, empieza por saber que elegir un producto no tiene que ser un acto impulsado por el pánico, sino una decisión basada en información real.
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